Mirada
diciembre 23, 2016
Orfeo
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Párate un segundo y contempla lo que sus ojos callan, ¿no te das cuenta que nunca habla? Vive creyendo que no vale, sin pensar en un momento en su madre. Ella lo daría todo por ti, sin saber que nadie le hablará de su fin.diciembre 23, 2016 Orfeo 0 Opiniones
Capítulo 6
diciembre 16, 2016
Orfeo
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diciembre 16, 2016 Orfeo 0 Opiniones
La
situación comenzó a ponerse más tensa de lo que estaba. Ana estaba temblando y
sudando en la cama.
–
Aras, me estoy muriendo. Creo que no es
necesario decirlo. Tus habilidades han estado creciendo durante estas últimas
semanas. – Hizo una pausa para hidratar su garganta. – Cada día me quedo
más tranquila sabiendo que mis chicas estarán a salvo contigo.
–
Ana ¿puedo hacer algo para que te sientas mejor?
– No quería verme en la situación de contemplar al círculo sin el control de
Ana.
–
Esto es inevitable Aras. Ahora todo depende de
ti. Mi muerte simboliza el fin de una era y el comienzo de otra. Si no cierras el
círculo, la magia morirá en el momento en el que los mortales te sepulten bajo
tierra. Si lo cierras, mis niñas podrán protegerse y seguir cultivando la magia
por el mundo.
–
Ana…
–
No te estoy obligando a nada, mi deber como
Hécate es advertirte de ambas posibilidades. Pero antes de irme, me gustaría
pedirte una cosa.
–
Lo que quieras.
–
No dejes que mis chicas vean mi ida.
–
Sí, no te preocupes. Pase lo que pase las
protegeré Ana.
–
No lo dudo. Tráeme un cigarro, anda.
–
No sé si deberías.
–
Venga, mi destino ya está sentenciado haga lo
que haga. – Justo en ese momento no dejaba de toser. – ¿No lo ves?
–
Vale… – Cogí uno de su cajetilla situada en la
mesa que tenía en frente a su cama. – Aquí tienes.
–
Gracias. A propósito, Aras.
–
Sí. – Su cara había cambiado totalmente.
–
Como les pase algo, te juro que volveré para
hacerte pagar por su muerte.
–
Descuida.
Se llevó
el cigarro a la boca e intentó encenderlo con su dedo, aunque no lo había
conseguido. Era evidente estaba ya muy débil. Contemplé la habitación en la que
me encontraba, era totalmente distinta a la guarida. Volví a mirar hacia Ana
con la intención de preguntarle sobre el origen de la cueva, pero ya se
encontraba durmiendo en el sueño eterno.
Apagué su cigarro y coloqué mi mano sobre su
cabeza diciendo: “requiescat in pace”.
Susana entró en la habitación y, al ver a la que era su líder, se desplomó
frente ella. Intenté consolarla tocando su hombro. Era curioso, ya no sentía
esa chispa que notaba cada vez que tocaba a cualquiera de ellas. La muerte de
Ana debió acabar con su magia. Al ver que no la conseguía calmar, me dispuse a
abandonar el lecho de muerte.
–
¿Qué vas a hacer? – Me dijo conteniendo
las lágrimas sin cambiar la orientación de su mirada.
–
Te quería dejar un rato con ella y…
–
No, ahora no. Me refiero a ¿qué vas a hacer
ahora con el aquelarre?
–
Pues todavía no lo sé. Necesito tiempo para
pensar y saber qué ha…
–
¿Tiempo? Nuestra magia se eliminará por completo
pasadas las veinticuatro horas si no volvemos a cerrar el círculo.
–
Pues tendréis respuesta antes del plazo.
No dijo
nada más después de eso. Me fui de la cueva mientras todas acudían junto
Susana. Puesto que no contaba con el tiempo a mi favor, me planteé ambas
posibilidades. No cerrar el círculo y eliminar la magia para siempre una vez yo
muero, o bien, cerrar el círculo y asumir qué si algún día tenga hijos,
condenarlos a sufrir lo mismo que yo. No podría correr ése riesgo.
De camino
a mi casa, me encontré con dos niñas que estaban jugando en la carretera con la
cuerda. En mi barrio los niños siempre juegan en la carretera porque es el
único sitio amplio que carecía de límites, pero ese día sólo estaban ellas dos.
Me quedé estático, contemplando su manera de jugar y de lo felices que estaban
ignorando la existencia de los dos mundos. De pronto un coche que, se dirigía a
ellas como un rayo, las vio tarde y comenzó a pisar el freno cuando ya era
demasiado tarde. Me quedé paralizado sin poder hacer nada, mientras veía cómo
eran arrolladas por la máquina de hierro. Una de ellas, la que parecía la más
pequeña, no mostraba heridas o por lo menos no las aparentaba porque se levantó
efusivamente junto a su amiga.
–
¡Marta! ¡Marta! – Intentaba llamar a su
amiga mientras lloraba encima de ella.
–
¡Eh! – Le dije mientras corría hacia ella.
–
¡Ayúdanos, por favor! – Su cara reflejaba el
pánico y la mayor tristeza que jamás pude ver.
–
Tranquila ¿estás bien? – Sólo tenía un rasguño
en su frente.
–
Sí… ¡Marta!
–
Tranquila, sólo está dormida. Avisa a tus
padres, rápido.
–
¡Sí! – Se fue corriendo hacia el horizonte.
–
Vamos a ver – Comencé a susurrar. La niña estaba
viva, sólo necesitaba un empujón para volver a estar consciente y dejar de
luchar entre la vida y la muerte. – Vamos, sequere
ad lucem. – Abrió los ojos, tosiendo muy fuerte.
–
¿Dónde estoy?
–
Tranquila, respira, respira. – Le daba pequeños
toques a su espalda para rebajar sus pulsaciones.
–
¡Eh, eh! – Escuchaba a una voz a lo
lejos. Era la niña de antes. – Mis padres no estaban en casa y… ¡Marta!
–
Te dije que sólo estaba dormida. –
Solté una pequeña sonrisa para tranquilizarla. Ahora no podía curarla, la niña
ya vio sus heridas y resultaría un poco raro explicar la desaparición de tales
daños. Había demasiada sangre en el suelo, aunque viendo las heridas de la
mayor, era lógico, tenía una herida muy grande. ¡La pequeña ya no tenía el rasguño
en la frente!
–
Loise, avisa a mi madre… me encuentro muy débil.
– Maldición, estaba perdiendo mucha sangre.
–
Oye mira, si hago una cosa ¿me prometes no
decírsela a nadie?
–
¡Lo juro! – Tenía que fiarme de la palabra de
una niña de cinco años.
–
Sana, sana,
sana… – Tocaba la cabeza de la niña para curar la brecha que tenía.
–
¡Wow! ¡Haces lo mismo que yo! – Mi corazón dio
un giro de trescientos sesenta grados. – Aunque yo sólo me lo puedo hacer a mí.
–
¿A qué te refieres? ¡Explícate!
–
Loise nunca tiene heridas ni rasguños porque su
piel se cierra enseguida. – Dijo la mayor.
–
Así es. No sé por qué, pero no recuerdo tener
heridas como la gente normal. – No había entendido nada. Ahora las dos opciones
relacionadas con el círculo se habían reducido a una sola. La magia no moriría
si no lo cierro.
–
Bueno, debo irme. Ahora ambas estáis bien.
Recuerda Loise, no se lo cuentes a nadie.
–
Te lo prometo.
Después de
eso, ambas se fueron hacia el horizonte, perdiéndolas de vista. No entendía
cómo podía existir gente con habilidades tan asombrosas como la regeneración
instantánea, aunque no podía juzgar tales actos después de lo que me había
pasado durante este tiempo.
Fui al
parque del pueblo y comencé a reflexionar sobre mi decisión. Tras muchas horas
de meditación, me dispuse a contárselo a las chicas y, para ello, debía ir a la
guarida. De camino al escondite, un camión estaba parado en la carretera, en
mitad de la nada. Un grupo de jóvenes estaban parados detrás de él, esperando a
que las puertas del vehículo se abrieran. La situación no me olía bien, me
escondí tras un arbusto y comencé a contemplar el panorama.
El
conductor parecía estar dormido y los jóvenes forzaban con una palanca las
puertas traseras, parecía que en su interior hubiera algo que merecía la pena.
Era plena tarde y la luz del Sol me hacía hervir la sangre, sabiendo que, si
actuaba, alguno sería capaz de escaparse.
De pronto, se me ocurrió hacer algo. Abrieron las puertas y comenzaron a
sacar cajas de aparatos eléctricos. Toqué la hierba con mis manos e invité a la
misma a revelarse contra ellos. De pronto, el suelo que pisaban comenzaba a
explotar, como si les lanzaran granadas. Asustados, comenzaron a gritar y
corrieron como si la vida les fuera en ello, uno se quedó encerrado en el
almacén del vehículo. Salí del arbusto y perseguí a uno de ellos. Cuando el
resto de su grupo se fijaron que el causante de las explosiones fuera yo,
vinieron hacia mí y me rodearon.
–
¿Qué se os ha perdido en el camión, chicos? –
Les dije confiado, con la seguridad de no ser abandonado por mi magia.
–
¿Cómo has hecho eso con la tierra? – Dijo uno de ellos.
–
Ya que yo no recibo respuesta, vosotros tampoco.
¡Aspergo! – Dije mientras les lanzaba la tierra que tenía
guardada en mis bolsillos. Todos se frotaron los ojos y agacharon para no
perder el equilibrio. – Somnus omnis.
Dejé a todos
dormidos y me dirigí al camión. Efectivamente, el conductor estaba dormido,
apoyado contra el volante. Estaba herido, la sangre circulaba por toda su cara
y había perdido la consciencia por el golpe, aunque el vehículo no parecía
haber sufrido un choque. Los gamberros le habían atizado y lo dejaron ahí,
haciendo parecer que había tenido un accidente de tráfico.
–
Sana,
sana, sana…– Curé la herida que necesitaba puntos. – Valem, valem. – Se despertó de un
espasmo.
–
¿¡Qué está pasando!? – Decía mientras
miraba a todos los lados. – ¡La mercancía!
–
Tranquilícese, no pasa nada. Todo está bien. –
Se escucharon unos golpes desde la parte de atrás. – Quédese aquí. Enseguida
vengo.
Me dirigí
al contenedor del vehículo y me situé en frente a las puertas cerradas. Los
ruidos no cesaban, se notaba como los puños del ladrón chocaban con las paredes
del remolque. Centré mi atención en las puertas y se abrieron de golpe para
revelar la identidad del individuo.
Más allá
diciembre 09, 2016
Orfeo
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diciembre 09, 2016 Orfeo 0 Opiniones
Nos cuestionamos durante más de la mitad de nuestra vida sobre la existencia después de nuestra ida. ¿Hay algo más allá? Lo que realmente importa es cuánto tiempo nos queda con nuestros seres queridos. Si nos vamos, la vida seguirá transcurriendo y de eso, nadie se acuerda. Vive el presente con tu familia, con tus amigos, con tu pareja.
Espiral
diciembre 02, 2016
Orfeo
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No he sabido aprovechar los buenos momentos que me ha dado la vida, he decidido vivir en una inmensa ignorancia que me hacía creer que era "feliz". Ahora sé que vivía en la ingenuidad.diciembre 02, 2016 Orfeo 0 Opiniones
Mi vida es una espiral de constante dolor y sufrimiento que me hace sufrir por los detalles más minúsculos.
Te he conocido y, en este tiempo, me has hecho pensar solo en mí. Cada día me tarda más hablar contigo, hacerte saber que, estando contigo, soy yo y no me importa lo que me digan. Tu sonrisa me ciega y me abraza, como algún día lo haremos nosotros.
Te echo de menos, te pienso despacio y lo hago con cuidado. Elijo los buenos momentos y desecho los tropiezos.
Mi vida se compone de ésto: cosas buenas y no tan buenas.
Capítulo 5
noviembre 25, 2016
Orfeo
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noviembre 25, 2016 Orfeo 0 Opiniones
Así fue, me
enseñaron los trucos más básicos de ese mundo, a manejar mis emociones (pues
los poderes van ligados a ellas) y a analizar cada situación. Todavía no me
habían enseñado su escondite y eso me frustraba porque me daba la sensación de
que querían ocultarme algo o que no confiaban ciegamente en mí.
Dos meses
después de lo de mi tía, todo había cambiado: el bar iba, como se suele decir,
“viento en popa a toda vela” porque mi jefa, que ya estaba recuperada del
“incidente”, había contratado una camarera que parecía un androide programado
para la máxima producción de dinero; mis estudios del latín progresaban
adecuadamente… No os voy a engañar… me aprendía algunos conjuros importantes y
poco más. En cuanto a mi tía, se había olvidado de los últimos años. Al parecer
con tan sólo pensar en aquella mujer que me sostenía cuando tenía siete años,
la conduje directamente a ese momento, ya no es una alcohólica perdida, ahora
es una mujer joven que procura buscar mi bienestar y, sobre todo, mantiene la
casa limpia y me hace la comida.
Todo volvía a
ser una rutina constante, esta vez, después de trabajar tenía que ir a practicar
un poco con la brujería y mi tía, por supuesto, no sabía nada de todo esto.
La rutina fue
rota en un día en el que estaba trabajando, sirviendo a todos los clientes a
los que podía. Los ancianos estaban jugando su partida al cinquillo y un grupo
de estudiantes de la universidad de al lado comiendo unos filetes de ternera. Justo
en el momento en el que uno de los jóvenes me pidió una cerveza, la puerta se
vio golpeada por un hombre que cargaba una escopeta:
–
¡Todo el mundo quieto! – Decía gritando. – ¡Cómo
vea a alguien moverse, no me lo pienso dos veces! – La gente, obviamente, se empezó
a temer lo peor.
Mirándome, me
ordenó ir a la caja y darle todo lo que tenía. Era curioso, no tenía miedo, sentía
como mi magia me abrazaba, tan sólo estaba esperando al momento oportuno.
–
No tienes que hacer esto… – Le dijo uno de los
universitarios. – Vete y nadie dirá nada.
–
¿¡Yo que he dicho!? – Le disparó, dejándole una
mancha terrible en el centro de su torso. La gente empezó a alarmarse, todavía
más.
Estaba claro
que esa era la señal más clara que podía recibir, por lo que decidí poner
medidas y le di un toque en la espalda, al girarse nos miramos a los ojos
fijamente y su mirada asesina fue menguando hasta caerse al suelo desplomado.
Me agaché junto al joven, mientras lo rodeaban sus amigos:
–
¡Salid y llamad a una ambulancia, rápido! – Les
dije para intentar hacer algo con él.
–
No podemos dejarlo aquí. – Me había dicho uno
que no estaba tan pálido como el resto del grupo.
–
¡Rápido! – Lo ignoré. – ¿No ves que se está
muriendo?
Tras decirle
eso, el grupo entero salió del bar y los ancianos no podían verme desde el
segundo piso del bar. El chaval no podía respirar, era obvio.
–
Vamos, tú puedes. – Me decía a mí mismo. – Sólo
tengo que relajarme.
Junté las
manos sobre su pecho ensangrentado y, sin decir ninguna palabra, utilicé el
poder de mi mente y comencé visualizar su pecho inalterado por la fuerza del
proyectil. Con los ojos cerrados notaba como se movía la piel, volviendo a su
estado natural. A medida que iba regenerando su piel, yo me notaba más cansado.
Cuando dejé de notar el movimiento, abrí los ojos y, efectivamente, tenía el
pecho perfectamente curado, pero él seguía sin vida. Me sentía demasiado
cansado como para devolverle la vida. Apenas podía moverme, apenas podía
respirar de la escasa energía que me quedaba. Entonces, llegaron las chicas y,
viendo la situación, se acercaron a mí y comenzaron a formar un círculo.
–
Tranquilo Aras, ya estamos aquí. – Me dijo
Susana. – Vamos a intentar hacer el hechizo entre todas y evitar así… ya sabes.
–
Venga, todas en círculo, – dijo la rubia – tomad las manos de la de al lado y comenzad a
decir el hechizo.
A lo que se
refería Susana era que cuando alguien desafía a la muerte, devolviéndole la
vida a alguien, la balanza se desequilibraba y para restaurar el orden natural
de las cosas, era el mismo destino el que la restaura quitándote algo o a
alguien que quieres.
–
“Ressurrexit
a mortuis, suscitare de veritate”. –
Decían todas juntas pensando que, si lo recitaban, la balanza no se
vería tan afectada.
–
¡Seguid, chicas! – Dijo la rubia
mientras el cuerpo del hombre comenzaba a dar espasmos, tal que si le
estuvieran practicando el galvanismo.
En un
instante, se levantó exaltado, aspirando fuerte todo el oxígeno que los
pulmones podían aguantar. Poco a poco empezaba a recobrar el aliento y la
cordura. El grupo parecía agotado y yo cada vez más, parecía que se estaban
alimentando de mí.
–
¿Cómo estás? –
Se acercó a mi Susana. – Lo has hecho muy bien, cada vez lo haces
mejor.
–
No sé, un poco agotado.
–
Es normal, sobretodo estando nosotras aquí. Lo
que has hecho consume mucha energía mental y mucha más si no tienes cierta
experiencia. Aun encima nosotras hemos realizado un hechizo de resurrección,
uno de los hechizos más costosos y lleno de consecuencias que puede haber.
También hemos terminado agotadas e, inconscientemente, nuestras almas se
conectan con la tuya para nutrir nuestra magia. ¿Prefieres que nos vayamos?
–
No, quedaros un rato en el bar e intentad ayudarlo.
Dejadlo en la ambulancia que llegará en breves.
–
Muy bien. Por él no te preocupes, cuando mueres,
el alma se queda vagando unos minutos por nuestro mundo, observando su propio
cuerpo. Cuando alguien lo resucita, el alma vuelve al cuerpo recordando
vagamente lo que ha visto. En fin, voy a ver como está. – Se levantó y se
acercó al joven.
–
¡Muy bien! ¿Has visto como la imaginación
puede hacer los hechizos más poderosos? – Me dijo la rubia que se
acercaba cada vez más.
–
Sí… Bueno, no me gusta cómo me deja de estado
anímico.
–
Lógico, creo que es el hechizo más fuerte que
has hecho nunca. Lo de tu tía, ya parece un juego de niños ¿eh?
–
Sí. Creo que necesito tumbarme.
–
Espera, – Cogió mi mano – “Valem, Valem”.
–
¿Qué has hecho?
–
Tendrías que sentirte más vigoroso. – Su rostro
comenzó a manifestar inseguridad.
–
Me noto igual la verdad. Por cierto, hay una cosa
que no entiendo: ¿por qué os alimentáis de mí fuerza vital? No he hecho el
ritual.
–
Eso es porque nuestros lazos se están
estrechando más de lo que crees, por eso poco a poco todos nos estamos haciendo
uno. Si hubieras hecho el ritual, ahora mismo te recompondrías mucho más
rápido, porque tú también te alimentarías de nosotras.
–
¡Laura, ven! – Habían llamado a la
rubia desde el grupillo. Gracias a la llamada, supe su nombre.
–
Dame un segundo, guapo.
La
situación me comenzaba a superar. Lo de curar a las personas, mover los objetos
con la mente, congelar el agua e incluso devolverle la juventud a mi tía, está
muy bien pero no compensa por cómo me siento después. Si no hacía el ritual
condenaba al aquelarre y si lo hacía, me condenaba a mí.
Todo lo
que pasó ese día quedó como una anécdota. La ambulancia llegó e inspeccionó al
joven que solo alegaba que se encontraba confuso y con el pecho depilado. Los
amigos que lo acompañaban se quedaron asombrados al ver cómo su colega se
encontraba en perfecto estado y le dijeron al cuerpo policial que se había
quedado conmigo. Lo único que dije fue que el disparo no le había alcanzado y
que me acerqué a él cuando agredí al ladrón. En fin, todo quedó resuelto y nos
pudimos ir a nuestra casa.
Pocos días
después el aquelarre vino a mi casa y me pidieron que las siguiera. Así lo
hice: fuimos caminando por todo el pueblo hasta llegar a una montaña. Se
detuvieron frente a ella y me miraron seriamente.
–
¿Qué pasa? Es una montaña muy bonita.
–
Aguarda. – Las seis que componían el
aquelarre tocaron la montaña y ésta comenzó a separarse, rompiéndose, dejando una
silueta para pasar a través de ella. –Adelante, es hora de que veas algo.
Al entrar
por ahí, me encontraba en el interior de una casa, o eso parecía. Sólo podía
ver estanterías llenas de libros y, a simple vista, eran libros de brujería:
tarot, nigromancia e incluso astronomía. Todo estaba decorado como si se
tratara del siglo XVI, pero con teléfonos, televisiones y ordenadores. Al fondo
estaba Diana, acostada sobre un lecho de hiedras. Fui corriendo junto a ella.
–
Tranquilo – me dijo Susana al ver mi
cara de preocupación. – Está bien, las hiedras ayudan a que esté en un sueño
profundo y enredan sus recuerdos. Esta es la única manera de que no tenga
consecuencias sobre el resto de sus recuerdos.
–
Pero ¿cuánto le falta para estar bien? – Le dije
mientras acariciaba su cabello.
–
Es difícil saberlo. Vente, no te hemos llamado
por esto.
Comencé a
seguirla y me llevó a la zona que parecían ser los dormitorios. En la cama más
grande estaba Ana, tumbada, pálida y gélida.
–
Queremos decirte algo.
Palabras
noviembre 18, 2016
Orfeo
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Las palabras de mi boca ya no salen,noviembre 18, 2016 Orfeo 0 Opiniones
pues tú para mí, ni siquiera vales.
No vengas rogando perdón, pues ya no tienes mi corazón. No quiero seguir, pues cansado estás de mí.
El vaticinio del Oráculo
noviembre 11, 2016
Orfeo
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noviembre 11, 2016 Orfeo 0 Opiniones
“Querido papá,
quería agradecerte por cuidar tan bien de mí, aunque ni siquiera he nacido
todavía. Sé que te esfuerzas más que Superman en no dejar que mamá coma sushi.
Pero necesito pedirte un favor. Advertencia: se trata de chicos.
Yo naceré como
una chica, lo que significa que para cuando cumpla catorce años, los chicos en
mi clase me habrán llamado puta, perra, zorra y muchas otras cosas. Es sólo una
broma, por supuesto. Cosas que hacen los chicos. Así que a ti no te preocupa y,
entiendo eso. Quizá hiciste lo mismo cuando eras joven, para impresionar a los
otros chicos y estoy segura de que no lo hiciste con mala intención. Aun así,
algunas personas no entenderán la broma. Y, será gracioso, no lo digo por las chicas,
sino por alguno de los chicos.
Para cuando
cumpla dieciséis, alguno de los chicos habrá metido las manos en mi pantalón
cuando esté tan borracha como para que no le pueda parar. Aunque diga que no,
sólo se reirán. Es gracioso ¿no? Si me vieras, papá, estarías tan avergonzado,
porque estoy ebria.
No es sorpresa
que seré violada cuando tenga veintiuno, camino a casa en un taxi conducido por
el hijo del tipo con quien ibas a nadar todos los miércoles. El tipo que
siempre decía bromas groseras. Pero por supuesto, solo eran bromas, así que te
reías. Si hubieras sabido que su hijo me violaría, le habrías dicho que se
controlara, pero ¿cómo ibas a saberlo? Solo era un niño haciendo bromas, y en
todo caso, no era tu problema, solo estabas siendo agradable. Pero su hijo, que
creció con estas bromas, se convierte en mi problema.
Finalmente
conozco al tipo perfecto. Y estás feliz por mí, papá, porque me ama. Es
inteligente, tiene un gran trabajo, y va a esquiar tres veces a la semana, como
tú. Pero un día deja de ser el tipo perfecto, y no sé por qué. Espera ¿estoy
exagerando? Sé que no soy el tipo de mujer que se cree una víctima, pero me
criaron para ser una mujer fuerte e independiente. Aun así, una noche él se
siente abrumado con el trabajo, la familia y la boda que se acerca, por lo que
decide llamarme puta. Tal como tú una vez le dijiste a una chica en el
instituto. Luego, otro día, me pega. Yo me sobrepasé, a veces puedo ser
realmente odiosa. Todavía somos la mejor pareja del mundo y estoy tan
confundida, porque lo amo y lo odio y no estoy segura de si hice algo malo.
Un día, casi me mata y todo se vuelve negro.
A pesar de haber sido bien criada, tener
un doctorado, un trabajo fantástico, buenos amigos y familia, nadie pensó que esto sucedería.
Querido papá,
este es el favor que te quiero pedir. Una cosa siempre lleva a la otra, así que
detenlo antes de que tenga la oportunidad de comenzar. No dejes que mi hermano
llame puta a las chicas, porque no lo son. Y un día un niño pequeño puede que
piense que es verdad. No aceptes bromas groseras de tipos raros en la piscina,
o incluso de amigos, porque detrás de cada broma hay cierta cantidad de verdad.
Querido papá,
sé que me protegerás de leones, tigres, armas, coches e, incluso, sushi sin ni
siquiera pensar en el daño que te hagan a ti.
Querido papá,
naceré como una niña, por favor, haz todo lo que puedas para que eso no sea el
mayor peligro de todos.”
Énfais
noviembre 09, 2016
Orfeo
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La diferencia entre una canción y un pensamiento es la enfatización, pues ambos son escritos que expresan lo que el autor ha decidido manifestar. El tono con el que recibes el mensaje en la copla tan sólo tienes que recibirlo a través de tu oído, mientras que en el pensamiento desconoces el motivo por el que se ha escrito, lo que dificulta el otorgarle una emoción o una lectura enfática del mismo y, por ello, no duele de la misma manera.noviembre 09, 2016 Orfeo 0 Opiniones
Enfado
noviembre 04, 2016
Orfeo
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Puedo llegar a ser una persona rencorosa, pero sólo si me dan motivos. Puedo fingir que no me importas e incluso que no te conozco, pero jamás podré olvidarte. He llegado a pensar que estaba mejor sin ti e incluso lo he deseado. Sólo te digo que cuanto más tiempo me pase sin hablarte, menos importante serás para mí, seas quien seas, hicieras lo que hicieras y me dijeras lo que me dijeras.noviembre 04, 2016 Orfeo 0 Opiniones
Capítulo 4
noviembre 02, 2016
Orfeo
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noviembre 02, 2016 Orfeo 0 Opiniones
Era evidente
que no estaba teniendo un sueño y menos después de haber visto como unas
heridas que necesitaban puntos, se curaban a una velocidad increíble gracias a
mí.
La pobre mujer
seguía inconsciente y tirada en el callejón, Sandra me dijo que la dejáramos
ahí, no le iba a pasar nada… eso dijo. En cuanto a los malhechores, Sandra me
indicó como eliminar los recuerdos que tenía de las últimas horas y los dejamos
unos cuantos metros de la mujer. Una vez lo preparamos todo, continuamos
nuestro paseo con un poco más de prisa.
-
¿Cómo se te ha ocurrido dejarlos así? Hasta a mí
me hubiera parecido confuso estar en esa situación. – Le dije con algo de
énfasis y preocupación.
-
Cuando llevas unos cuantos años haciendo magia
te acostumbras a confundir la memoria de las personas.
-
¿Confundir? ¿Por qué no se la borras y te
olvidas de tantos planes?
-
No, los hechizos de memoria son muy peligrosos,
nunca sabes lo que puedes borrar y las represalias. Puedes borrar fechas de
cumpleaños, citas, la identidad de los seres más queridos e incluso algo tan
básico como el habla. Tenemos que evitar los hechizos de memoria a toda costa.
-
Vale, entiendo.
-
Tranquilo, poco a poco irás aprendiendo. – Ya
habíamos llegado a mi casa.
-
Vivo aquí, ¿quieres que te acompañe a donde esté
el grupo?
-
No, no saben que estoy hablando contigo. Por el
momento es mejor que no sepas donde estamos.
-
¿Y os deja tanta libertad?
-
Claro, Ana confía en nosotras… Aunque después de
lo de Fany… ya no sé…
-
¿Fany? – Ya empezaba a meterme nombres sin saber
quién o qué era.
-
Sí, la que te visitó en tu habitación la noche
pasada. Ya le dije que no era buena idea ir, pero se empeñó y cuando se le mete
algo en la cabeza… – Su rostro cambió de repente. – ¡Uy, ya es hora de que me
vaya! Nos volveremos a ver.
-
Adiós. – Le dije mientas se iba corriendo.
De nuevo, me
había olvidado de las llaves de casa y me encontraba, una vez más, en el
porche… sin posibilidad de entrar. Entonces, se me vino a la mente el momento
en el que la noche pasada me había quedado en la misma situación y ya entendía
por qué se me había abierto “sola”, había sido yo en todo momento. Miré a la
puerta decidido y como si se tratara de una persona, le dije:
-
Ábrete. – No pasaba nada. – ¡Ábrete!
Estaba claro
que tan sólo diciendo eso no iba a pasar nada, o eso creía… Contemplando la
puerta como un tonto, me empezó a venir ese calor interno que tanto me gustaba.
La puerta se abrió como si una manada de elefantes se hubiera dejado caer sobre
ella. De tal magnitud fue el empujón que se había levantado una nube de polvo
de la moqueta del recibidor.
Entré al
interior del domicilio y la tía estaba tirada en el suelo al lado de sus
botellas. En un principio no me fijé si estaba bien o no porque normalmente,
éste era el panorama en la que siempre la veo, no recordaba la voz de mi tía.
Al rato, cuando ya dejé la bolsa en la cocina, mi tía seguía inerte, me
empezaba a preocupar. Me acerqué a ella y aun llamándola, no respondía. Cogí el
teléfono y no había el zumbido de siempre… se me había olvidado pagar las
facturas. Sólo me quedaba una opción, tenía que poner en prueba mis nuevas
habilidades.
–
Tía, si me escuchas… Tranquila ¿vale? – Puse mi
mano izquierda sobre su cabeza y la derecha en la boca de su estómago. – Vamos
allá… tóxico fuera, tóxico fuera, tóxico fuera…
Nada, no había
conseguido nada. Tal vez no estaba diciendo las palabras correctas o,
simplemente, no podía hacer magia sin la seguridad que me aportaba Susana.
Tiré las
botellas que había encima del sofá e intenté ponerla encima. Comencé a pasear
por el salón, arrepintiéndome de no haber estudiado latín o preguntarle a
Susana algún hechizo básico. De pronto, el timbre sonó. Creyendo que era ella,
abrí la puerta efusivamente, pero era mi nueva amiga, la rubia.
–
¡Hola guapo! –
Se abalanzó sobre mí achuchándome sin ningún cuidado. Casi perdí el
equilibrio y conseguí estabilizarme justo en la puerta del salón.
–
¿¡Qué haces!? – Le dije mientras la separaba de
mí.
–
Madre mía, ¿qué le ha pasado? – Me dijo una vez
vio a mi tía, su sonrisa pícara se eliminó y apareció una expresión de seriedad
que solo le había visto en el momento que me estaban ahogando todas juntas.
–
Estaba en el suelo e intenté despertarla…
Necesito llamar a la ambulancia.
–
No, esto tenemos que hacerlo nosotros.
–
¿Nosotros? – Ya empezábamos con los secretismos.
–
Vamos, ya sé que Susana te lo contó todo. – Se
acercó a ella cogiéndome de la mano. –
Sólo tú puedes curarla, pero yo puedo guiarte.
–
¿Qué hago? –Dije preocupado.
–
Tranquilo, no hace falta que digas nada. Respira
tranquilo y visualiza a esta mujer con tu mejor recuerdo.
–
Vale… – El único recuerdo bonito (por muy
deprimente que suene) que tengo de ella era cuando tenía cinco años, ella me
cogía siempre en sus brazos y me empezaba a contar mitos sobre mundos
fantásticos.
–
Increíble. – Rompió el silencio provocado tras
cinco minutos en armonía. Cuando dijo eso, abrí mis párpados.
Mi tía
empezaba a toser, expulsando agua por la boca y, no sé si por la preocupación
del momento, parecía que, por cada tosido, sus arrugas desaparecían. Estaba
totalmente recuperada cuando la ayudamos a incorporarse en el sofá. La bruja me
dijo que fuera a por un café, le hice caso (aunque no supe por qué).
–
Pasa la mano por encima de la taza al mismo
tiempo que dices Atrocitas. – Me dijo
cuando llegué con el pedido.
–
Vale… Atrocitas.
– Pasé la mano cómo dijo.
–
Bébelo – Le dijo a mi tía – te sentará bien.
Todavía no
había dicho ni una palabra desde que se había despertado. La rubia me apartó a
un lado para hablar conmigo.
–
Oye, muchas gracias por la ayuda. No sé qué
habría hecho sin ti.
–
Tranquilo, nos ayudamos entre todos, sobre todo
contigo, eres muy especial. Por cierto – volvió a ser la de siempre. – me debes
una. Me tengo que ir, aunque no me preocupo, sé que estaremos en buenas manos
contigo.
–
Gracias. – Se fue sin ni siquiera decirme su
nombre.
Me senté al
lado de ella e intenté sacarle alguna palabra para saber si estaba bien o no.
Estaba temblando, no sé si por el frío o por la incertidumbre del momento.
–
Tía… ¿Cómo te encuentras? – Seguía sin decir
nada. – ¿Tienes frío?
Cogí en el
armario una de las pocas mantas que teníamos en la casa y se la puse sobre los
hombros. Su temblor no cesaba y ella seguía sin articular palabra.
–
De acuerdo, voy a probar algo. – Empecé a frotar
sus abrazos. – Calor, calor.
La tía había
dejado de temblar en cuanto terminé de decir esas palabras, no sabía si lo
había dicho bien, pero el resultado fue lo que buscaba. En ese momento la tía
me estaba pareciendo una mujer muy frágil y su aspecto era igual a la imagen
que guardaba de ella. Llevarla a su dormitorio no me resultó difícil, pues,
como había dicho, era muy frágil. Subimos las escaleras y, aunque ella no se
apoyara en mí, yo me las apañaba para que me utilizara de bastón, aparté las
botellas de su cama y la dejé caer lentamente. Salí de su habitación procurando
hacer el menor ruido posible y me dispuse a limpiar la casa después de mucho
tiempo, empezando por el salón.
Ya eran las
tres de la mañana y todavía no había terminado con sala de estar, de pronto el
timbre sonó. Antes de abrir, comprobé por la mirilla quién podía ser y, al
parecer, no había nadie. Acerqué mi mano al pomo de la puerta con intención de
abrirla y la puerta me empujó hacia la pared del recibidor. Era Ana, o la bruja
decrépita.
–
Toc, toc. – Dijo con tono sarcástico. – Me
parece que tú y yo tenemos que hablar.
–
Hablaré cuando dejes de exprimirme con la pared.
– Procuré decirle duras penas.
–
Jajajaja, claro. – Se acercó a mí y me tomó las
manos. – Glacies.
Mis manos,
literalmente, se estaban helando, convirtiéndose en hielo. Tras gritar de dolor
me dijo: “tranquilo, si hablamos cordialmente las volverás a tener como antes,
aunque creo que te hago un favor”. Me liberó de estar oprimido en la pared y me
“invitó” a sentarme en el sofá del salón.
–
Vaya… no sabía que te gustaba tanto el alcohol,
me vas a caer bien.
–
¿Qué es lo que quieres? – No quería seguirle el
rollo, no sé cómo pero ya no sentía mis manos y me preocupaba bastante. – Creo
que no he hecho nada malo como para molestarte.
–
No me malinterpretes, solo quiero conocerte y
enseñarte a cuidar a mis niñas.
–
¿Cuidarlas? Mira, no sé de qué va el rollo, pero
le aseguro que…
–
A mí no me tienes que ocultar nada, sé que
Susana te lo ha contado todo, bueno… lo esencial. Así que te tendré que enseñar
a usar tus poderes de líder.
–
Mira, no voy a aceptar nada porque no quiero ser
esto.
–
Pues para no querer ser nada de “esto”, bien que
has utilizado la magia para curar a tu tía y ofrecerle calor.
–
Sólo quería que se pusiera bien.
–
Sí. Te entiendo a la perfección, pero también debes
entender que, si no hubieras sido lo que eres, ahora mismo estarías organizando
un funeral o simplemente cogiendo la pala y pensando en que parte enterrarla
del jardín. Por eso te digo que, aunque no lo asimiles, hagas el ritual para
que el aquelarre no se quede sin magia para defenderse.
–
No quiero saber nada de esto. No tengo pensado
volver a hacer nada de magia y, aunque la haga, no tengo por qué hacer ningún
ritual porque es mía y con las cosas de mi propiedad hago lo que quiero.
–
Me imaginaba que querías hacer eso. Yo con tu
edad no tenía esa mentalidad, también he de reconocer que en mi época el tema
de la brujería estaba más presente que los selfis. Entonces cuando me
comunicaron la noticia de mi destino, ya sabía que no me quedaba otra opción
que afrontarlo. No me he arrepentido de drenar mi magia a todos los aquelarres
con los que he vivido, para nada. Pero ahora debo afrontar que ha nacido un
sucesor y mi siguiente obligación es enseñarte a ser un buen líder, un buen “Hécate”.
–
¿Un qué? Mira, no quiero saber nada de esto ¿vale?
Que tus chicas aprendan a vivir sin magia, como todo el mundo. – El dolor de
mis manos se intensificaba.
–
Como no me ayudes a salvarlas, no sabrás
diferenciar entre el cielo y el infierno.
–
¡Detente, si quieres que haga algo… la peor
forma de convencerme es esta!
–
Mejor voy a la cocina, a ver si tenéis algo de
beber un poco decente.
Cuando me
perdió de vista, aun arriesgándome a que me viera, intenté deshacerme del hielo
poniendo en práctica lo que me enseñó la rubia. Empecé a visualizar mis manos
con los párpados cerrados, pero no dejaba de sentir frío, por todo mi cuerpo. Abrí
los ojos y observé como toda la alfombra del salón congelada, extendiéndose
poco a poco por las plaquetas del suelo. La vieja entró desde la cocina y al
ver todo tiró al suelo la botella que estaba sujetando.
–
¿¡Qué has hecho!?
–
¡No lo sé! ¡Deshazlo! – El hielo no paraba de
propagarse.
–
¡No puedo! No puedo revertir la magia de mi
sucesor.
–
Tienes que estar de broma… ¿Qué hago?
–
Mantén la calma y di algo como… sana glacies.
–
Sana
glacies, sana glacies. – El hielo de mis manos empezó a deshacerse y a
devolverme el calor natural.
–
Vale, ahora me toca a mí. – Comenzó a mover sus
manos por todo el salón y el hielo empezó a derretirse sin dejar agua.
–
Está claro que no debo subestimarte. Voy a
ponerme seria y a hablar de esto como tendría que hacerlo. Siéntate.
Estuvimos toda
la noche hablando y, por muy raro que parezca, no tuve sueño. Me contó toda su
historia, cómo fue condenada por brujería y de cómo un hechizo que le hizo
tener seis dedos, le enseñó a no utilizar la magia en beneficio personal.
También me contó que el Hécate, el líder del grupo, debía proteger y aconsejar
a su aquelarre para conseguir su supervivencia, ya que cada generación que
pasaba, existían menos brujas. Alguien o algo las maldijo para que solo
pudieran concebir con otro ser mágico, si lo intentaban con un humano, éste
podría morir o eliminar el poder de la bruja. También me habló de una
jerarquía, en la que las brujas de más poder podían hacer magia sin hechizos,
otras con su lengua materna, las siguientes en latín y las de más bajo sólo
podían colaborar en los hechizos, al parecer estas últimas predominaban.
Se supone que
los líderes somos los de más alto nivel, lo que explicaría por qué he podido
hacer hechizos con solo pensarlo. Me dijo que ella, junto con el aquelarre, me
enseñarían a manejar esto, quiera o no quiera drenar mi magia.
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ADRIÁN SIXTO
ESCRITOR
Conocerme no será difícil si estás dispuesto a abrir tu mente. La vida es como la poesía, solo unos pocos conseguirán vivirla como se merece; para conseguirlo, despójate de los prejuicios establecidos, libera los recuerdos acumulados y léeme para evadirte.
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