Capítulo 5

noviembre 25, 2016 Orfeo 0 Opiniones

Así fue, me enseñaron los trucos más básicos de ese mundo, a manejar mis emociones (pues los poderes van ligados a ellas) y a analizar cada situación. Todavía no me habían enseñado su escondite y eso me frustraba porque me daba la sensación de que querían ocultarme algo o que no confiaban ciegamente en mí.

Dos meses después de lo de mi tía, todo había cambiado: el bar iba, como se suele decir, “viento en popa a toda vela” porque mi jefa, que ya estaba recuperada del “incidente”, había contratado una camarera que parecía un androide programado para la máxima producción de dinero; mis estudios del latín progresaban adecuadamente… No os voy a engañar… me aprendía algunos conjuros importantes y poco más. En cuanto a mi tía, se había olvidado de los últimos años. Al parecer con tan sólo pensar en aquella mujer que me sostenía cuando tenía siete años, la conduje directamente a ese momento, ya no es una alcohólica perdida, ahora es una mujer joven que procura buscar mi bienestar y, sobre todo, mantiene la casa limpia y me hace la comida.

Todo volvía a ser una rutina constante, esta vez, después de trabajar tenía que ir a practicar un poco con la brujería y mi tía, por supuesto, no sabía nada de todo esto.

La rutina fue rota en un día en el que estaba trabajando, sirviendo a todos los clientes a los que podía. Los ancianos estaban jugando su partida al cinquillo y un grupo de estudiantes de la universidad de al lado comiendo unos filetes de ternera. Justo en el momento en el que uno de los jóvenes me pidió una cerveza, la puerta se vio golpeada por un hombre que cargaba una escopeta:

         ¡Todo el mundo quieto! – Decía gritando. – ¡Cómo vea a alguien moverse, no me lo pienso dos veces! – La gente, obviamente, se empezó a temer lo peor.

Mirándome, me ordenó ir a la caja y darle todo lo que tenía. Era curioso, no tenía miedo, sentía como mi magia me abrazaba, tan sólo estaba esperando al momento oportuno.

         No tienes que hacer esto… – Le dijo uno de los universitarios. – Vete y nadie dirá nada.

         ¿¡Yo que he dicho!? – Le disparó, dejándole una mancha terrible en el centro de su torso. La gente empezó a alarmarse, todavía más.

Estaba claro que esa era la señal más clara que podía recibir, por lo que decidí poner medidas y le di un toque en la espalda, al girarse nos miramos a los ojos fijamente y su mirada asesina fue menguando hasta caerse al suelo desplomado. Me agaché junto al joven, mientras lo rodeaban sus amigos:

         ¡Salid y llamad a una ambulancia, rápido! – Les dije para intentar hacer algo con él.

         No podemos dejarlo aquí. – Me había dicho uno que no estaba tan pálido como el resto del grupo.

         ¡Rápido! – Lo ignoré. – ¿No ves que se está muriendo?

Tras decirle eso, el grupo entero salió del bar y los ancianos no podían verme desde el segundo piso del bar. El chaval no podía respirar, era obvio.

         Vamos, tú puedes. – Me decía a mí mismo. – Sólo tengo que relajarme.

Junté las manos sobre su pecho ensangrentado y, sin decir ninguna palabra, utilicé el poder de mi mente y comencé visualizar su pecho inalterado por la fuerza del proyectil. Con los ojos cerrados notaba como se movía la piel, volviendo a su estado natural. A medida que iba regenerando su piel, yo me notaba más cansado. Cuando dejé de notar el movimiento, abrí los ojos y, efectivamente, tenía el pecho perfectamente curado, pero él seguía sin vida. Me sentía demasiado cansado como para devolverle la vida. Apenas podía moverme, apenas podía respirar de la escasa energía que me quedaba. Entonces, llegaron las chicas y, viendo la situación, se acercaron a mí y comenzaron a formar un círculo.

         Tranquilo Aras, ya estamos aquí. – Me dijo Susana. – Vamos a intentar hacer el hechizo entre todas y evitar así… ya sabes.

         Venga, todas en círculo, – dijo la rubia –  tomad las manos de la de al lado y comenzad a decir el hechizo.

A lo que se refería Susana era que cuando alguien desafía a la muerte, devolviéndole la vida a alguien, la balanza se desequilibraba y para restaurar el orden natural de las cosas, era el mismo destino el que la restaura quitándote algo o a alguien que quieres.

         “Ressurrexit a mortuis, suscitare de veritate”. –  Decían todas juntas pensando que, si lo recitaban, la balanza no se vería tan afectada.

         ¡Seguid, chicas! – Dijo la rubia mientras el cuerpo del hombre comenzaba a dar espasmos, tal que si le estuvieran practicando el galvanismo.

En un instante, se levantó exaltado, aspirando fuerte todo el oxígeno que los pulmones podían aguantar. Poco a poco empezaba a recobrar el aliento y la cordura. El grupo parecía agotado y yo cada vez más, parecía que se estaban alimentando de mí.

         ¿Cómo estás? –   Se acercó a mi Susana. –  Lo has hecho muy bien, cada vez lo haces mejor.

         No sé, un poco agotado.

         Es normal, sobretodo estando nosotras aquí. Lo que has hecho consume mucha energía mental y mucha más si no tienes cierta experiencia. Aun encima nosotras hemos realizado un hechizo de resurrección, uno de los hechizos más costosos y lleno de consecuencias que puede haber. También hemos terminado agotadas e, inconscientemente, nuestras almas se conectan con la tuya para nutrir nuestra magia. ¿Prefieres que nos vayamos?

         No, quedaros un rato en el bar e intentad ayudarlo. Dejadlo en la ambulancia que llegará en breves.

         Muy bien. Por él no te preocupes, cuando mueres, el alma se queda vagando unos minutos por nuestro mundo, observando su propio cuerpo. Cuando alguien lo resucita, el alma vuelve al cuerpo recordando vagamente lo que ha visto. En fin, voy a ver como está. – Se levantó y se acercó al joven.

         ¡Muy bien! ¿Has visto como la imaginación puede hacer los hechizos más poderosos? – Me dijo la rubia que se acercaba cada vez más.

         Sí… Bueno, no me gusta cómo me deja de estado anímico.

         Lógico, creo que es el hechizo más fuerte que has hecho nunca. Lo de tu tía, ya parece un juego de niños ¿eh?

         Sí. Creo que necesito tumbarme.

         Espera, – Cogió mi mano – “Valem, Valem”.

         ¿Qué has hecho?

         Tendrías que sentirte más vigoroso. – Su rostro comenzó a manifestar inseguridad.

         Me noto igual la verdad. Por cierto, hay una cosa que no entiendo: ¿por qué os alimentáis de mí fuerza vital? No he hecho el ritual.

         Eso es porque nuestros lazos se están estrechando más de lo que crees, por eso poco a poco todos nos estamos haciendo uno. Si hubieras hecho el ritual, ahora mismo te recompondrías mucho más rápido, porque tú también te alimentarías de nosotras. 

         ¡Laura, ven! – Habían llamado a la rubia desde el grupillo. Gracias a la llamada, supe su nombre.

         Dame un segundo, guapo.

La situación me comenzaba a superar. Lo de curar a las personas, mover los objetos con la mente, congelar el agua e incluso devolverle la juventud a mi tía, está muy bien pero no compensa por cómo me siento después. Si no hacía el ritual condenaba al aquelarre y si lo hacía, me condenaba a mí.

Todo lo que pasó ese día quedó como una anécdota. La ambulancia llegó e inspeccionó al joven que solo alegaba que se encontraba confuso y con el pecho depilado. Los amigos que lo acompañaban se quedaron asombrados al ver cómo su colega se encontraba en perfecto estado y le dijeron al cuerpo policial que se había quedado conmigo. Lo único que dije fue que el disparo no le había alcanzado y que me acerqué a él cuando agredí al ladrón. En fin, todo quedó resuelto y nos pudimos ir a nuestra casa.

Pocos días después el aquelarre vino a mi casa y me pidieron que las siguiera. Así lo hice: fuimos caminando por todo el pueblo hasta llegar a una montaña. Se detuvieron frente a ella y me miraron seriamente.

         ¿Qué pasa? Es una montaña muy bonita.

         Aguarda. – Las seis que componían el aquelarre tocaron la montaña y ésta comenzó a separarse, rompiéndose, dejando una silueta para pasar a través de ella. –Adelante, es hora de que veas algo.

Al entrar por ahí, me encontraba en el interior de una casa, o eso parecía. Sólo podía ver estanterías llenas de libros y, a simple vista, eran libros de brujería: tarot, nigromancia e incluso astronomía. Todo estaba decorado como si se tratara del siglo XVI, pero con teléfonos, televisiones y ordenadores. Al fondo estaba Diana, acostada sobre un lecho de hiedras. Fui corriendo junto a ella.

         Tranquilo – me dijo Susana al ver mi cara de preocupación. – Está bien, las hiedras ayudan a que esté en un sueño profundo y enredan sus recuerdos. Esta es la única manera de que no tenga consecuencias sobre el resto de sus recuerdos.

         Pero ¿cuánto le falta para estar bien? – Le dije mientras acariciaba su cabello.

         Es difícil saberlo. Vente, no te hemos llamado por esto.

Comencé a seguirla y me llevó a la zona que parecían ser los dormitorios. En la cama más grande estaba Ana, tumbada, pálida y gélida.


         Queremos decirte algo.

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Palabras

noviembre 18, 2016 Orfeo 0 Opiniones

Las palabras de mi boca ya no salen,
pues tú para mí, ni siquiera vales.

No vengas rogando perdón, pues ya no tienes mi corazón. No quiero seguir, pues cansado estás de mí.

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El vaticinio del Oráculo

noviembre 11, 2016 Orfeo 0 Opiniones

“Querido papá, quería agradecerte por cuidar tan bien de mí, aunque ni siquiera he nacido todavía. Sé que te esfuerzas más que Superman en no dejar que mamá coma sushi. Pero necesito pedirte un favor. Advertencia: se trata de chicos.

Yo naceré como una chica, lo que significa que para cuando cumpla catorce años, los chicos en mi clase me habrán llamado puta, perra, zorra y muchas otras cosas. Es sólo una broma, por supuesto. Cosas que hacen los chicos. Así que a ti no te preocupa y, entiendo eso. Quizá hiciste lo mismo cuando eras joven, para impresionar a los otros chicos y estoy segura de que no lo hiciste con mala intención. Aun así, algunas personas no entenderán la broma. Y, será gracioso, no lo digo por las chicas, sino por alguno de los chicos.

Para cuando cumpla dieciséis, alguno de los chicos habrá metido las manos en mi pantalón cuando esté tan borracha como para que no le pueda parar. Aunque diga que no, sólo se reirán. Es gracioso ¿no? Si me vieras, papá, estarías tan avergonzado, porque estoy ebria.

No es sorpresa que seré violada cuando tenga veintiuno, camino a casa en un taxi conducido por el hijo del tipo con quien ibas a nadar todos los miércoles. El tipo que siempre decía bromas groseras. Pero por supuesto, solo eran bromas, así que te reías. Si hubieras sabido que su hijo me violaría, le habrías dicho que se controlara, pero ¿cómo ibas a saberlo? Solo era un niño haciendo bromas, y en todo caso, no era tu problema, solo estabas siendo agradable. Pero su hijo, que creció con estas bromas, se convierte en mi problema.

Finalmente conozco al tipo perfecto. Y estás feliz por mí, papá, porque me ama. Es inteligente, tiene un gran trabajo, y va a esquiar tres veces a la semana, como tú. Pero un día deja de ser el tipo perfecto, y no sé por qué. Espera ¿estoy exagerando? Sé que no soy el tipo de mujer que se cree una víctima, pero me criaron para ser una mujer fuerte e independiente. Aun así, una noche él se siente abrumado con el trabajo, la familia y la boda que se acerca, por lo que decide llamarme puta. Tal como tú una vez le dijiste a una chica en el instituto. Luego, otro día, me pega. Yo me sobrepasé, a veces puedo ser realmente odiosa. Todavía somos la mejor pareja del mundo y estoy tan confundida, porque lo amo y lo odio y no estoy segura de si hice algo malo. Un día, casi me mata y todo se vuelve negro.

A pesar de haber sido bien criada, tener un doctorado, un trabajo fantástico, buenos amigos y familia, nadie pensó que esto sucedería.

Querido papá, este es el favor que te quiero pedir. Una cosa siempre lleva a la otra, así que detenlo antes de que tenga la oportunidad de comenzar. No dejes que mi hermano llame puta a las chicas, porque no lo son. Y un día un niño pequeño puede que piense que es verdad. No aceptes bromas groseras de tipos raros en la piscina, o incluso de amigos, porque detrás de cada broma hay cierta cantidad de verdad.

Querido papá, sé que me protegerás de leones, tigres, armas, coches e, incluso, sushi sin ni siquiera pensar en el daño que te hagan a ti.


Querido papá, naceré como una niña, por favor, haz todo lo que puedas para que eso no sea el mayor peligro de todos.”

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Énfais

noviembre 09, 2016 Orfeo 0 Opiniones

La diferencia entre una canción y un pensamiento es la enfatización, pues ambos son escritos que expresan lo que el autor ha decidido manifestar. El tono con el que recibes el mensaje en la copla tan sólo tienes que recibirlo a través de tu oído, mientras que en el pensamiento desconoces el motivo por el que se ha escrito, lo que dificulta el otorgarle una emoción o una lectura enfática del mismo y, por ello, no duele de la misma manera.

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Enfado

noviembre 04, 2016 Orfeo 0 Opiniones

Puedo llegar a ser una persona rencorosa, pero sólo si me dan motivos. Puedo fingir que no me importas e incluso que no te conozco, pero jamás podré olvidarte. He llegado a pensar que estaba mejor sin ti e incluso lo he deseado. Sólo te digo que cuanto más tiempo me pase sin hablarte, menos importante serás para mí, seas quien seas, hicieras lo que hicieras y me dijeras lo que me dijeras.

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Capítulo 4

noviembre 02, 2016 Orfeo 0 Opiniones

Era evidente que no estaba teniendo un sueño y menos después de haber visto como unas heridas que necesitaban puntos, se curaban a una velocidad increíble gracias a mí.

La pobre mujer seguía inconsciente y tirada en el callejón, Sandra me dijo que la dejáramos ahí, no le iba a pasar nada… eso dijo. En cuanto a los malhechores, Sandra me indicó como eliminar los recuerdos que tenía de las últimas horas y los dejamos unos cuantos metros de la mujer. Una vez lo preparamos todo, continuamos nuestro paseo con un poco más de prisa.

-          ¿Cómo se te ha ocurrido dejarlos así? Hasta a mí me hubiera parecido confuso estar en esa situación. – Le dije con algo de énfasis y preocupación.

-          Cuando llevas unos cuantos años haciendo magia te acostumbras a confundir la memoria de las personas.

-          ¿Confundir? ¿Por qué no se la borras y te olvidas de tantos planes?

-          No, los hechizos de memoria son muy peligrosos, nunca sabes lo que puedes borrar y las represalias. Puedes borrar fechas de cumpleaños, citas, la identidad de los seres más queridos e incluso algo tan básico como el habla. Tenemos que evitar los hechizos de memoria a toda costa.

-          Vale, entiendo.

-          Tranquilo, poco a poco irás aprendiendo. – Ya habíamos llegado a mi casa.

-          Vivo aquí, ¿quieres que te acompañe a donde esté el grupo?

-          No, no saben que estoy hablando contigo. Por el momento es mejor que no sepas donde estamos.
-          ¿Y os deja tanta libertad?

-          Claro, Ana confía en nosotras… Aunque después de lo de Fany… ya no sé…

-          ¿Fany? – Ya empezaba a meterme nombres sin saber quién o qué era.

-          Sí, la que te visitó en tu habitación la noche pasada. Ya le dije que no era buena idea ir, pero se empeñó y cuando se le mete algo en la cabeza… – Su rostro cambió de repente. – ¡Uy, ya es hora de que me vaya! Nos volveremos a ver.

-          Adiós. – Le dije mientas se iba corriendo.

De nuevo, me había olvidado de las llaves de casa y me encontraba, una vez más, en el porche… sin posibilidad de entrar. Entonces, se me vino a la mente el momento en el que la noche pasada me había quedado en la misma situación y ya entendía por qué se me había abierto “sola”, había sido yo en todo momento. Miré a la puerta decidido y como si se tratara de una persona, le dije:

-          Ábrete. – No pasaba nada. – ¡Ábrete!

Estaba claro que tan sólo diciendo eso no iba a pasar nada, o eso creía… Contemplando la puerta como un tonto, me empezó a venir ese calor interno que tanto me gustaba. La puerta se abrió como si una manada de elefantes se hubiera dejado caer sobre ella. De tal magnitud fue el empujón que se había levantado una nube de polvo de la moqueta del recibidor.

Entré al interior del domicilio y la tía estaba tirada en el suelo al lado de sus botellas. En un principio no me fijé si estaba bien o no porque normalmente, éste era el panorama en la que siempre la veo, no recordaba la voz de mi tía. Al rato, cuando ya dejé la bolsa en la cocina, mi tía seguía inerte, me empezaba a preocupar. Me acerqué a ella y aun llamándola, no respondía. Cogí el teléfono y no había el zumbido de siempre… se me había olvidado pagar las facturas. Sólo me quedaba una opción, tenía que poner en prueba mis nuevas habilidades.

         Tía, si me escuchas… Tranquila ¿vale? – Puse mi mano izquierda sobre su cabeza y la derecha en la boca de su estómago. – Vamos allá… tóxico fuera, tóxico fuera, tóxico fuera…

Nada, no había conseguido nada. Tal vez no estaba diciendo las palabras correctas o, simplemente, no podía hacer magia sin la seguridad que me aportaba Susana.

Tiré las botellas que había encima del sofá e intenté ponerla encima. Comencé a pasear por el salón, arrepintiéndome de no haber estudiado latín o preguntarle a Susana algún hechizo básico. De pronto, el timbre sonó. Creyendo que era ella, abrí la puerta efusivamente, pero era mi nueva amiga, la rubia.

         ¡Hola guapo! –  Se abalanzó sobre mí achuchándome sin ningún cuidado. Casi perdí el equilibrio y conseguí estabilizarme justo en la puerta del salón.

         ¿¡Qué haces!? – Le dije mientras la separaba de mí.

         Madre mía, ¿qué le ha pasado? – Me dijo una vez vio a mi tía, su sonrisa pícara se eliminó y apareció una expresión de seriedad que solo le había visto en el momento que me estaban ahogando todas juntas.

         Estaba en el suelo e intenté despertarla… Necesito llamar a la ambulancia.

         No, esto tenemos que hacerlo nosotros.

         ¿Nosotros? – Ya empezábamos con los secretismos.

         Vamos, ya sé que Susana te lo contó todo. – Se acercó a ella cogiéndome de la mano. –  Sólo tú puedes curarla, pero yo puedo guiarte.

         ¿Qué hago? –Dije preocupado.

         Tranquilo, no hace falta que digas nada. Respira tranquilo y visualiza a esta mujer con tu mejor recuerdo.

         Vale… – El único recuerdo bonito (por muy deprimente que suene) que tengo de ella era cuando tenía cinco años, ella me cogía siempre en sus brazos y me empezaba a contar mitos sobre mundos fantásticos.

         Increíble. – Rompió el silencio provocado tras cinco minutos en armonía. Cuando dijo eso, abrí mis párpados.

Mi tía empezaba a toser, expulsando agua por la boca y, no sé si por la preocupación del momento, parecía que, por cada tosido, sus arrugas desaparecían. Estaba totalmente recuperada cuando la ayudamos a incorporarse en el sofá. La bruja me dijo que fuera a por un café, le hice caso (aunque no supe por qué).

         Pasa la mano por encima de la taza al mismo tiempo que dices Atrocitas. – Me dijo cuando llegué con el pedido.

         Vale… Atrocitas. – Pasé la mano cómo dijo.

         Bébelo – Le dijo a mi tía – te sentará bien.

Todavía no había dicho ni una palabra desde que se había despertado. La rubia me apartó a un lado para hablar conmigo.

         Oye, muchas gracias por la ayuda. No sé qué habría hecho sin ti.

         Tranquilo, nos ayudamos entre todos, sobre todo contigo, eres muy especial. Por cierto – volvió a ser la de siempre. – me debes una. Me tengo que ir, aunque no me preocupo, sé que estaremos en buenas manos contigo.

         Gracias. – Se fue sin ni siquiera decirme su nombre.

Me senté al lado de ella e intenté sacarle alguna palabra para saber si estaba bien o no. Estaba temblando, no sé si por el frío o por la incertidumbre del momento.

         Tía… ¿Cómo te encuentras? – Seguía sin decir nada. – ¿Tienes frío?

Cogí en el armario una de las pocas mantas que teníamos en la casa y se la puse sobre los hombros. Su temblor no cesaba y ella seguía sin articular palabra.

         De acuerdo, voy a probar algo. – Empecé a frotar sus abrazos. – Calor, calor.

La tía había dejado de temblar en cuanto terminé de decir esas palabras, no sabía si lo había dicho bien, pero el resultado fue lo que buscaba. En ese momento la tía me estaba pareciendo una mujer muy frágil y su aspecto era igual a la imagen que guardaba de ella. Llevarla a su dormitorio no me resultó difícil, pues, como había dicho, era muy frágil. Subimos las escaleras y, aunque ella no se apoyara en mí, yo me las apañaba para que me utilizara de bastón, aparté las botellas de su cama y la dejé caer lentamente. Salí de su habitación procurando hacer el menor ruido posible y me dispuse a limpiar la casa después de mucho tiempo, empezando por el salón.

Ya eran las tres de la mañana y todavía no había terminado con sala de estar, de pronto el timbre sonó. Antes de abrir, comprobé por la mirilla quién podía ser y, al parecer, no había nadie. Acerqué mi mano al pomo de la puerta con intención de abrirla y la puerta me empujó hacia la pared del recibidor. Era Ana, o la bruja decrépita.

         Toc, toc. – Dijo con tono sarcástico. – Me parece que tú y yo tenemos que hablar.

         Hablaré cuando dejes de exprimirme con la pared. – Procuré decirle duras penas.

         Jajajaja, claro. – Se acercó a mí y me tomó las manos. – Glacies.

Mis manos, literalmente, se estaban helando, convirtiéndose en hielo. Tras gritar de dolor me dijo: “tranquilo, si hablamos cordialmente las volverás a tener como antes, aunque creo que te hago un favor”. Me liberó de estar oprimido en la pared y me “invitó” a sentarme en el sofá del salón.

         Vaya… no sabía que te gustaba tanto el alcohol, me vas a caer bien.

         ¿Qué es lo que quieres? – No quería seguirle el rollo, no sé cómo pero ya no sentía mis manos y me preocupaba bastante. – Creo que no he hecho nada malo como para molestarte.

         No me malinterpretes, solo quiero conocerte y enseñarte a cuidar a mis niñas.

         ¿Cuidarlas? Mira, no sé de qué va el rollo, pero le aseguro que…

         A mí no me tienes que ocultar nada, sé que Susana te lo ha contado todo, bueno… lo esencial. Así que te tendré que enseñar a usar tus poderes de líder.

         Mira, no voy a aceptar nada porque no quiero ser esto.

         Pues para no querer ser nada de “esto”, bien que has utilizado la magia para curar a tu tía y ofrecerle calor.

         Sólo quería que se pusiera bien.

         Sí. Te entiendo a la perfección, pero también debes entender que, si no hubieras sido lo que eres, ahora mismo estarías organizando un funeral o simplemente cogiendo la pala y pensando en que parte enterrarla del jardín. Por eso te digo que, aunque no lo asimiles, hagas el ritual para que el aquelarre no se quede sin magia para defenderse.

         No quiero saber nada de esto. No tengo pensado volver a hacer nada de magia y, aunque la haga, no tengo por qué hacer ningún ritual porque es mía y con las cosas de mi propiedad hago lo que quiero.

         Me imaginaba que querías hacer eso. Yo con tu edad no tenía esa mentalidad, también he de reconocer que en mi época el tema de la brujería estaba más presente que los selfis. Entonces cuando me comunicaron la noticia de mi destino, ya sabía que no me quedaba otra opción que afrontarlo. No me he arrepentido de drenar mi magia a todos los aquelarres con los que he vivido, para nada. Pero ahora debo afrontar que ha nacido un sucesor y mi siguiente obligación es enseñarte a ser un buen líder, un buen “Hécate”.

         ¿Un qué? Mira, no quiero saber nada de esto ¿vale? Que tus chicas aprendan a vivir sin magia, como todo el mundo. – El dolor de mis manos se intensificaba.

         Como no me ayudes a salvarlas, no sabrás diferenciar entre el cielo y el infierno.

         ¡Detente, si quieres que haga algo… la peor forma de convencerme es esta!

         Mejor voy a la cocina, a ver si tenéis algo de beber un poco decente.

Cuando me perdió de vista, aun arriesgándome a que me viera, intenté deshacerme del hielo poniendo en práctica lo que me enseñó la rubia. Empecé a visualizar mis manos con los párpados cerrados, pero no dejaba de sentir frío, por todo mi cuerpo. Abrí los ojos y observé como toda la alfombra del salón congelada, extendiéndose poco a poco por las plaquetas del suelo. La vieja entró desde la cocina y al ver todo tiró al suelo la botella que estaba sujetando.

         ¿¡Qué has hecho!?

         ¡No lo sé! ¡Deshazlo! – El hielo no paraba de propagarse.

         ¡No puedo! No puedo revertir la magia de mi sucesor.

         Tienes que estar de broma… ¿Qué hago?

         Mantén la calma y di algo como… sana glacies.

         Sana glacies, sana glacies. – El hielo de mis manos empezó a deshacerse y a devolverme el calor natural.

         Vale, ahora me toca a mí. – Comenzó a mover sus manos por todo el salón y el hielo empezó a derretirse sin dejar agua.

         Está claro que no debo subestimarte. Voy a ponerme seria y a hablar de esto como tendría que hacerlo. Siéntate.

Estuvimos toda la noche hablando y, por muy raro que parezca, no tuve sueño. Me contó toda su historia, cómo fue condenada por brujería y de cómo un hechizo que le hizo tener seis dedos, le enseñó a no utilizar la magia en beneficio personal. También me contó que el Hécate, el líder del grupo, debía proteger y aconsejar a su aquelarre para conseguir su supervivencia, ya que cada generación que pasaba, existían menos brujas. Alguien o algo las maldijo para que solo pudieran concebir con otro ser mágico, si lo intentaban con un humano, éste podría morir o eliminar el poder de la bruja. También me habló de una jerarquía, en la que las brujas de más poder podían hacer magia sin hechizos, otras con su lengua materna, las siguientes en latín y las de más bajo sólo podían colaborar en los hechizos, al parecer estas últimas predominaban.


Se supone que los líderes somos los de más alto nivel, lo que explicaría por qué he podido hacer hechizos con solo pensarlo. Me dijo que ella, junto con el aquelarre, me enseñarían a manejar esto, quiera o no quiera drenar mi magia.

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