Capítulo 1

mayo 31, 2017 Orfeo 0 Opiniones

No os quedéis dormidos, todavía tengo que contaros cómo nos hemos conocido. Como un rayo de sol que atraviesa hasta el más oscuro día nublado, llegasteis a mí.
Sé que no debería preocuparme por lo que pase en estos momentos de mi vida, pues la adolescencia no es algo fácil de llevar, pero hay acciones o gestos que, lo creas o no, marcarán muchos momentos de mi camino. Como sé que lo conocéis todo de mí, quiero revelaros lo que me hizo ser como soy a día de hoy.
Han sido muchos los factores que me han llevado aquí, mejor dicho: que nos han llevado aquí. Quiero que lo oigáis todo y penséis que no estoy loco.
Soy una persona muy sensible y, hasta el más mínimo de los detalles, me hacen caer en una profunda depresión. Reflexiono hasta el punto de cuestionarme si soy merecedor de vivir en este mundo, lleno de dolor y sufrimiento.
En el peor momento de mi vida aparecisteis vosotros y, aunque no lo creáis, con sólo escucharme, me hacéis encontrar la calma en medio de esta vorágine de sentimientos. Pero como dice el refranero: “no empecemos la casa por el tejado” y comencemos por el principio.
Corría un día de invierno, tan fuerte y gélido era, que se metía por mi nariz hasta llegar a mi cerebro. Me encontraba de camino al instituto y sólo pensaba en lo bien que estaría en mi aula. Durante el trayecto, me encontré a mi mejor amiga: Tamara. La había conocido en una excursión, en el año en el que repetí. Sí, había repetido un curso de la educación obligatoria y no me había arrepentido para nada, pues un mal año lo tiene cualquiera. Pues eso, la conocí en una excursión al casco viejo de la ciudad que había organizado el instituto. Lo típico: tu amiga se acerca a otras dos jóvenes y te mete en la conversación, creyendo que las conocías de toda la vida. La verdad es que la confianza se consolidó poco a poco, nos hacíamos reír mutuamente y eso nos hizo ser los mejores amigos que jamás habíamos tenido los dos.  Pues eso (me pierdo en tantos recuerdos), fuimos caminando en ese frío aterido y entre una risa y otra íbamos entrando en calor.
Llegamos al instituto y, esperando a que sonara la campana para entrar en clase, seguimos con nuestros temas de conversación que tantas carcajadas provocaban. La verdad es que no nos hacían falta ningún grupo de amigos, la compañía de ambos no retroalimentaba (eso no quería decir que no los tuviéramos, pero preferíamos estar los dos solos). Por fin había sonado la campana y ya me dolía la boca de tanto reírme. Desgraciadamente, estábamos en clases distintas porque ella estaba haciendo un bachillerato distinto y tenían la tediosa costumbre de dividirnos por clases. Ya sabéis: Ciencias, Letras y Ciencias Sociales.
Tocaba clase de latín y mis fuerzas se desplomaban al recordar que tenía que presentar un trabajo sobre el Coliseo. No me malinterpretéis, me encantaban las clases de todas mis asignaturas, pero el tener que enfrentarme a la vista de mis compañeras de clase me daba mucho pudor. Éramos muy pocos en la modalidad de letras y, como se suele decir: todo queda en familia. La exposición fue todo un éxito, según decían: “ningún detalle se me había pasado por alto”.
Cada clase se me hacía una eternidad, sólo pensaba en estar con Tamara, pues era ella la que me sacaba las sonrisas que todo el mundo me apagaban. Teníamos dos recreos, de veinte minutos. En el primero acudíamos a la pista para ver y criticar al resto de alumnos del instituto; éramos como unas marujas que, en cuanto veíamos algo raro, cuestionábamos cada uno de los detalles de cada individuo.
El tiempo con ella se me hacía perfecto y, creedme cuando os digo que, cada día se me hacía más imposible imaginarme una vida sin mi mejor amiga. Pero, como todo en la vida, ese momento llegó (quiero ser breve con este tema, los sentimientos todavía siguen a flor de piel y se manifiestan a través de mis lágrimas) ¿podéis pasarme la caja de pañuelos?
Todo comenzó con él: su novio de una ciudad situada a dos horas de la nuestra, podría decirse que era una relación a distancia. Ella lo llevaba regular, aunque, entre vosotros y yo, tengo que decir que a mí no me lo parecía y me lo verificó a los dos meses de iniciar tal relación. No quiero que penséis que estoy celoso, aunque sí lo estoy, quiero decir: estaba. Estaba celoso en el sentido de que, cada vez que quedábamos, las risas fueron intercambiadas por problemas, pues ella creía que su novio estaba con varias al mismo tiempo o, a veces, él creía que era al contrario. Creedme cuando os digo que la amistad entre un hombre y una mujer es posible, pero la nuestra no. No sé cuántas veces hablarían ellos dos de mí, pero sé que lo hacían, porque cada vez que ella me hablaba, me empujaba, con cada palabra, al vacío.
Ni bromas, no sonrisas, ni confesiones… Nada era intercambiado entre nosotros. Yo comencé a comerme la cabeza en cada segundo. Ni un solo minuto se me iba de la mente, creía que se había molestado conmigo por algún motivo y, como soy una persona que tiene que decir las cosas a la cara (ya lo sabéis), se lo decía cada vez que se me ocurría y ella no hacía más que negármelo.
Todo esto pasó durante toda una mitad de curso… digamos que le di el ultimátum cerca de mayo, cuando los exámenes asomaban con sus pequeños cambios de humor por las esquinas del almanaque. Antes de que os preguntéis cómo fue dicho final, os diré que no fue tarea fácil. Mis últimos años habían girado en torno a ella, a la persona que siempre estaba ahí para ayudarme en los buenos y malos momentos. Ella había sido mi pilar, mi… mi todo. Sin ella no sabía qué hacer y sólo me quedaban dos opciones: aguantar con una persona que me repudiaba y lo único que me unía a ella eran buenos recuerdos o bien, despojarme de todo lo bueno y lo malo de una vez por todas. Tuve una conversación con ella, a través de la red social más usada por las personas desde la llegada de los smartphones (algo cobarde, lo sé), le confesé todo lo que pensaba y cómo había sido, a mi parecer, desde la llegada del verdugo. ¿Sabéis cómo reaccionó?
Me hizo culpable de todo y, lo creáis o no, por un momento me lo creí. Me acusaba de ser yo quien contaminaba la imagen que tenía ella misma de su novio. Era yo quien la hacía creer que su novio estaba siendo el hombre que se había acostado con media España, era yo quién estaba separando su idílica relación. Todo eso me lo creí hasta que me di cuenta de que, cuando todo se me hizo tan inverosímil, le ofrecí quedar en persona y hablarlo y ella se negó. En ese momento fue cuando mis ojos se abrieron y me hicieron ver que la persona que me hizo sonreír y llorar tantas veces, estaba siendo una manipuladora, cuya única afición en la vida era jugar con las emociones de la gente y este era mi turno, era el momento de que cogiera mis sentimientos y los arrugara para tirarlos a la papelera.
Afortunadamente, todo esto lo cuento con total sinceridad y, obviamente tendré culpa de algo, pero no podré saberlo si ella no abre los ojos. Ahora, ya no me importa, he levantado cabeza, aunque no puedo negar que me ha costado. Tan duro fue que de mi mente salió un escrito que plasmé en mi diario porque, por aquel entonces, vosotros no habíais llegado a mi vida:
“Creo que hoy es el día en el que tengo más fuerza desde hace un tiempo para contar lo que me ha pasado. Sinceramente, me he visto en un bucle de constantes desdichas que me han llevado a un mal estar conmigo mismo y, gracias al azar, no lo he pagado con los demás, al contrario, la compañía me ha evocado muchas veces al olvido de mis problemas. Tal día como hoy he decidido cambiar, no sé si a bien o a mal, pero he optado por ser fuerte, por no depender de nadie, por crear una independencia que me sirva de escudo a los problemas y sobre todo a ser feliz. Tal vez la enumeración suene un poco egoísta, pero llevo demasiado tiempo pensando en los demás sin recibir recompensa (que tampoco la pido) pero a veces el humanismo se agradece cuando lo recibes tú también. Puede que esté pidiendo demasiado a mis amistades cuando quiero un mismo tratamiento, pero, sinceramente, es lo que busco. Muchas veces recapacito en si la escasa preocupación que tiene la gente hacia mi persona se debe a que tal vez no tenga cabida en este mundo, pero por suerte siempre tenía a una persona que me disipaba esas ideas de la cabeza. Ahora, esa persona se fue, demostrándome que es igual a todo el mundo, que sólo quiere vivir y que no desea atarse a mí. Sé que no dispongo de un pensamiento propio de mi edad ¿pero de verdad pido demasiado?
Tal vez pueda engañar a los demás, pero a mí mismo ni puedo, ni quiero, creedme que no. No quiero engañarme a mí mismo viviendo en una falsa realidad, porque no todo en esta vida es alegría ¿Con quién pasaré tardes de efusivo entretenimiento? ¿Con quién me evadiré en mis peores etapas? ¿Quién me aportará esa sensación de importarle a alguien con sus problemas?
Sé que esta es otra etapa más de la vida que tengo que afrontar, pero sinceramente no quiero, ni me apetece. Solo quiero volver atrás y vivir cada momento con el doble de intensidad y disfrutar de unas de las mejores amistades que he vivido. He pasado por esto otras veces, pero ninguna me ha afectado como ésta. Hoy es la primera vez que he llorado con este tema, tal vez porque también es la primera vez que me paro a recapacitar en la pérdida.
No estoy escribiendo esto aquí para que sientas pena por mí, sino porque igual que otros se desahogan agrediendo, jugando, llorando e incluso bebiendo, yo lo hago escribiendo y como no puedo escribir nada en vano, aprovecho para hacer publica mi nueva etapa. Una etapa llena de fuerza y añoranza por esta pérdida. He perdido la noción del tiempo durante estos años de mi vida y, sinceramente, es porque nadie me había hecho sentir tan libre. Desde aquí, quiero decirte que te echaré de menos y tú, querido y paciente lector, no te preocupes por mí, porque creo que ahora he podido abrir los ojos”.

Contado uno de los motivos que me han llevado a conoceros, pasemos al siguiente. 

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ENGAÑO

mayo 28, 2017 Orfeo 0 Opiniones

He sido engañado durante toda mi vida. He sido víctima de mentiras preconcebidas, de un mundo hecho para fuertes. He creído que yo era, cuanto menos, apropiado para seguir aquí. He creído que, en el mundo, la gente nacía con cualidades propias que lo definían.
Ahora todo lo que he creído hasta hoy, han sido puras falacias. En el presente veo cómo ciertos individuos son perfectos a su manera y se creen en la potestad de inmiscuirse en campos externos a los que le corresponden. Todo esto me hace sentir inferior, limitado. Todo lo que me propongo nunca sale como deseo, todas mis habilidades se ven censuradas al entrar en contacto con dichos individuos omnipotentes.
No hay nada que duela más que la limitación. ¿Nunca te has sentido así? ¿Nunca has creído que no has podido hacer algo simplemente por la limitación que sientes? Siempre pienso que mi vida es un funeral en el que yo, un mero espectador, quiero resucitar a lo que quiera que se oculta en el interior del ataúd, pero no puedo porque siempre me quedo encerrado en el recuerdo de lo que ha sido, dicho elemento, para mí. Nunca consigo ver el interior de la caja, no puedo porque es mayor el sentimiento de limitación que el deseo de encontrar respuesta a mis plegarias. Al no poder acceder a dicha respuesta, sólo contemplo la esperanza de recurrir al proceso imaginativo. ¿Acaso no veis más soluciones? Es fácil ver las soluciones en los demás, pero siempre duele verlo en uno mismo.
Son pocos los días en los que me siento el protagonista, pocos en los que creo que me merezco estar aquí. La gente, los gustos y el mundo evoluciona. Yo me estanco, esperando que sea él quien se adapta a mí. Entiendo que no todo sea como yo quiero, pero tampoco puedo esperar a crecer. Mi mundo y mi esperanza se reducen en alientos exhalados del pasado, donde ni tú ni nadie podéis llegar a comprender lo que se esconde en cada uno de ellos.
Vivo en la sombra que me ofrece el árbol y, creyendo que no pasa nada, es él quien me está regalando esta devastadora tristeza. La angustia llega hasta lo más profundo de mi ser, anulando hasta la más mínima de las respiraciones. ¿Acaso no tengo derecho a ser feliz? ¿No puedo tener ni una sola virtud sin que sea superada? No pido la fama, ni la exaltación. Solo pido ser feliz de la forma en la que soy.
Leonardo da Vinci solía decir algo como: “En cuanto nace la virtud, nace contra ella la envidia, y antes perderá el cuerpo su sombra que la virtud su envidia”. Puede que ahora mismo sea yo esa envidia que no deja descansar al que realmente es virtuoso. Puede que yo no sea algo más que un simple aficionado. Puede que mi destino esté reservado en una lata de conservas que se perderá, con el paso del tiempo, en el desagüe o en el laberinto de cañerías de un domicilio lleno de esperanzas.

FIN DE LA REFLEXIÓN (por ahora).

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PORTAL

mayo 27, 2017 Orfeo 0 Opiniones

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Divino portal ¿qué me ocultas al otro lado de ti? Puerta del exilio, soportas, a tu vera, sueños jurados y olvidados que otros nunca sabrán. Pasado el horizonte, mis placeres, todavía por descubrir, son ocultados por ti. Divino portal ¿qué me ocultas al otro lado de ti?

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Llévame

mayo 25, 2017 Orfeo 0 Opiniones

Ahora ya me puedes ver. Ahora me llevas contigo allá a donde vayas. Quiero sentirte conmigo en cada instante. Te necesito e imploro tenerte. Gracias por confiar en mí y, sobre todo, por saber entender cada parte de mi ser.

Descarga la aplicación del blog y prepárate para leerme sin perder ni un solo segundo.

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PROMESAS OLVIDADAS

mayo 23, 2017 Orfeo 0 Opiniones

Mi mente se desvanece en promesas juradas pero más tarde olvidadas. Mis ojos se caen ante mis espaldas al verte escalar sin cesar. Quiero volver y no caer.


Adiós a mí, adiós a todo lo que sentí.

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NO TE ESPERO

mayo 10, 2017 Orfeo 0 Opiniones

Tú qué me has jurado estar ahí siempre ¿dónde has estado cuando, por primera vez, era yo quién realmente importaba?

No sé por qué te buscaba entre todas las mentes pensantes. En lo más profundo de mi ser, esperaba que estuvieras ahí al fondo, con tus ojos penetrando mi alma.

Por desgracia, la vida ya no funciona así. Mejor dicho, yo ya no funciono así. Ya no te espero ni te encuentro, todavía sigo buscándote pero sin esperar hallarte.

Acostumbrado a la desilusión y a la carencia de esperanza, mis ojos se secan con los secretos que de mí revelaste. Ahora soy yo el que llora aquí, solo y marginado del resto de mis emociones.

Adiós a mi capacidad de reacción. Adiós a ti, por fallar cuando más te necesitaba.

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mayo 04, 2017 Orfeo 0 Opiniones

El otro día, bueno, el veintidós de enero, vi este vídeo en el que se nos planteaba que, en un futuro no tan lejano, podríamos elegir los rasgos y características de nuestros futuros hijos. En pocas palabras, podremos crear un bebé de encargo para que sea como nosotros hubiéramos querido ser. Y es entonces cuando yo, a partir de una sola pregunta, me asaltan las demás: ¿Cuándo se dará cuenta el ser humano de que cada vez somos menos racionales?
En efecto, en la antigüedad, la gente criticaba a Prometeo por intentar atribuirse cualidades propias de los dioses al robar el fuego, pero ¿acaso esto no es lo mismo? Estamos intentando ser dioses, seres capaces de clonar otros individuos, de crear a nuestro antojo una raza humana perfecta que, con el paso del tiempo, carecerá de la poca razón que tiene la actual.
No somos conscientes de que poco a poco nos perdemos. Somos seres humanos, individuos que se caracterizan por su diversidad física y personal. ¿Qué sería de nosotros si ya sabemos cómo será nuestro hijo cuando crezca? ¿Acaso no está ahí la verdadera belleza de formar una nueva vida? No soy padre, pero creo que en el momento que sabes que has engendrado una nueva vida es uno de los ratos más felices de todo tu camino. Es el desconocimiento de la identidad de tu hijo el que nos atrae.
Medita durante un momento: ¿no crees que estás siendo un poco egoísta? Quieres darle a tu hijo lo mejor, pero si le das todo hecho ¿aprenderá a valorar sus defectos? ¿aprenderá a amar a una persona baja, coja, bizca, alta, pelirroja, sea heterosexual, transexual, homosexual…? ¿Aprenderá que en la vida no todo es perfecto? ¿En algún momento sabrá que ahí está la auténtica belleza de la vida?
Cuidemos lo poco que nos queda: la diversidad. Cuidemos a nuestros hijos enseñándoles que un ojo vago es hermoso cuando transmite la personalidad del portador, que una persona coja es una alguien luchador que se ha tropezado al intentar alcanzar sus sueños, que una persona transexual es valiente por aceptar lo que es y por intentar demostrar que ha nacido en un cuerpo que no le corresponde.
Quiero ser padre de una criatura a la que amar con sus defectos y sus virtudes. Quiero enseñarle que la vida es un camino de espinas, durante un breve período de tiempo y un colchón de plumas durante el resto de su vida. Deseo mostrarle que todos los grandes crecieron a base de sus errores, pues si Newton hubiera sido una persona activa, jamás hubiera descubierto la gravedad al descansar bajo la sombra de un manzano.
Sólo espero que esto sea una espina más de este largo trayecto rodeado de rosas llenas de cuchillas punzantes. Ansío que las personas utilicemos más la razón y dejemos al libre albedrío actuar a sus anchas.
Prometeo robó el fuego con la mejor de sus intenciones, nosotros estamos procurando crear la raza perfecta (como ya otros habían intentado) por simple egoísmo.

Como siempre, existe la libertad de opinión, unos estarán a favor de este “avance” y otros en contra. Pero como he dicho, la diversidad es lo más bonito que tenemos.

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PALABRAS

mayo 03, 2017 Orfeo 0 Opiniones

Echo de menos el roce de tus labios con las palabras que tanto jurabas. ¿Por qué te has ido? Realmente no logro sacarte de la cabeza y me duele que esto haya terminado de esta manera.
Te he querido tanto que mis palabras, en ocasiones, no conseguían decirte lo que sentían.
De tanto desatar nuestros sueños, fuimos nosotros los que, poco a poco, cavábamos nuestra propia tumba. Me duele decirte que te sigo queriendo y que, por mucho daño que hagas, mis besos sólo te pertenecen a ti.

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